La
mayoría de los países de nuestro entorno cultural incluyen en sus Códigos
Penales el delito del auxilio al suicidio; concretamente en España, podría
encuadrarse en el artículo 143.2 del Código
Penal:
“Se impondrá la pena de prisión de dos
a cinco años al que coopere con actos necesarios al suicidio de otra persona”
Argumentos
tan dispares como los de carácter ético o religioso, tales como “la vida es un derecho inviolable, sobre el
que nadie, -ni siquiera uno mismo-, puede disponer”, u otros, -de carácter más
economicista-, como que “su aprobación supondría un desinterés en el estudio e
inversión en cuidados paliativos y en tratamientos para el dolor”, o que “dejar
de sancionar esa conducta podría provocar que en determinados casos se
influyera, a una persona, al suicidio para así acceder antes a una herencia”, son
algunos de los, muchos, utilizados para oponerse a la legalización del auxilio
al suicidio.
Con
este debate abierto, el científico Stephen Hawking declaraba que “estaría dispuesto a considerar el “suicidio
asistido” si se agravase su enfermedad, hasta el punto de hacer su vida insoportable o de
hacérsela a quienes le rodean”.
El físico de
Cambridge se apuntó al
debate sobre el suicidio asistido en el 2013 con una de
sus frases para la posteridad -"Si
no permitimos que los animales sufran, ¿por qué lo permitimos con los humanos?"
Recientemente,
el Tribunal Supremo de Canadá decidía
derogar la prohibición existente en su país, del suicidio médicamente asistido;
lo cual abre la puerta a esta práctica en el caso de adultos, con capacidad de consentir y que sufran una enfermedad
grave e incurable, que le cause un sufrimiento permanente e intolerable.
En su
sentencia el Tribunal señala, que “la
naturaleza del sufrimiento puede ser tanto física como psicológica y no es
preciso que la enfermedad sea terminal”. Con lo que esta práctica puede
verse extendida a situaciones, hasta el momento no exploradas.
¿Será posible
encontrar un consenso en las comunidades médicas y jurídicas, sobre el derecho
del auxilio al suicidio? Va a ser difícil. Transcurrirán años, seguramente
décadas pero, creo, que terminará aceptándose en la mayoría de los países de
nuestro entorno.
Objetivamente
si se prohíbe ayudar a morir, a alguien que sufre una enfermedad grave,
terminal o irreversible, se le está condenado a una vida de sufrimiento
intolerable. Además le estamos privando del derecho a la igualdad a aquellas
personas discapacitadas que no pueden acabar con su vida por sí mismas.
Por otra
parte, es evidente, que si se abre esa puerta, deberemos dotarnos de
instrumentos fiables que aseguren que se dan las circunstancias objetivas para
aprobar un auxilio al suicidio. Un instrumento que puede obtenerse si
conjugamos algunos de los instrumentos actuales: el derecho a la información
del paciente, el consentimiento clínico informado, el testamento vital o instrucciones
previas; con todo ello y lo que representan podría obtenerse un Consentimiento Informado específico para
las decisiones en el final de la vida, en el que los facultativos (médicos,
psicólogos y otros especialistas…) podrán evaluar la competencia y
voluntariedad del paciente al adoptar esta decisión y que permita detectar la
coacción e influencias indebidas.
Y es que… “tener
vivo a alguien contra su voluntad es la mayor indignidad posible".
José Luis
Gómez G.